Cerca de un 45 por ciento de los adultos ronca de forma ocasional y al menos un 25 por ciento lo hace habitualmente. El ronquido es un problema social para quien lo padece, sobre todo para los que conviven con personas afectadas por él, que noche tras noche tienen que soportar ruidos que pueden llegar a alcanzar un nivel de 80-90 decibelios, equivalente al que provoca un camión a gran velocidad por una autopista.
Pero también puede ser un problema médico grave e importante. Debemos desmitificar el concepto de ronquido como sinónimo del buen dormir, ya que puede ser el primer síntoma de una enfermedad que se conoce como apnea del sueño.
Los ronquidos pueden alcanzar un nivel de 80 a 90 decibelios, lo que equivale al ruido que provoca un camión cuando circula a gran velocidad por una autopista
El ronquido se produce cuando hay una dificultad en la circulación del aire por detrás de la boca y la nariz. En esta encrucijada se encuentran la úvula o campanilla, el velo del paladar, la lengua y la parte alta de la garganta, órganos que se golpean entre sí al pasar el aire y vibran, produciendo ese ruido desagradable que conocemos como ronquido.
Existen factores que predisponen al ronquido, por ejemplo, el tono muscular bajo en la lengua y la garganta debido a la fatiga, al tabaquismo o al consumo de alcohol, tranquilizantes, somníferos, antihistamínicos con efecto sedante… También la existencia de tejido abundante en la garganta y el aumento del tamaño del cuello, que puede ser causado por grandes amígdalas, adenoides, grandes úvulas y paladar blando, u obesidad. Otros factores son los trastornos endocrinos como el hipotiroidismo, la menopausia en la mujer, padecer obstrucción nasal por desviación de tabique, rinitis por alergias, pólipos o infecciones, y dormir boca arriba, pues la lengua cae hacia atrás y obstruye el paso del aire.
El ronquido simple se soluciona con medidas sencillas, pero el tratamiento de los «grandes roncadores» puede incluir la corrección quirúrgica o el uso de dispositivos especiales
Los roncadores ocasionales no deben preocuparse en exceso, pero los que lo hacen permanentemente y sufren al mismo tiempo interrupciones respiratorias (más de 10 apneas en una hora) han de acudir al médico para realizar un correcto diagnóstico. La apnea consiste en la aparición durante el sueño de episodios intermitentes y recurrentes de oclusión de las vías aéreas superiores; se calcula que la sufren entre un 4-6 por ciento de los hombres y un 2 por ciento de las mujeres. Todas las personas presentan durante el sueño episodios de apnea de muy corta duración (2-3 segundos), pero cuando se producen ronquidos violentos, ruidosos y la apnea dura más de 10 segundos es cuando debemos pensar en esta patología. Estas apneas pueden aparecer más de 600 veces en una noche, lo que ocasiona cortos despertares que impiden un descanso nocturno reparador. Así, aumenta el peligro de accidentes de tráfico, laborales y domésticos hasta 4 y 6 veces más.
En España hay unos 6 millones de personas con este problema y menos del 10 por ciento de ellas saben que lo padecen; el ronquido es el principal signo de alarma y el sobrepeso, el mayor factor de riesgo.
Son síntomas habituales de las personas que padecen el síndrome de apnea del sueño:
Inquietud al dormir.
Ronquidos fuertes.
Ronquidos interrumpidos por silencios.
Esfuerzos para respirar que interrumpen el sueño.
Somnolencia durante el día.
Cefalea moderada.
Cansancio.
Falta de concentración.
Irritabilidad y cambios de humor.
Ansiedad.
Depresión.
Olvidos frecuentes.
Bajo rendimiento laboral y/o escolar.
Muchos casos de apnea o ronquidos simples tienen solución. Se debe acudir al médico, quien realizará una exploración de boca, garganta, paladar y nariz y decidirá sobre la necesidad de realizar un estudio del sueño en unidades especiales en las que hay que permanecer durante una noche.
Casi todos los casos de ronquidos simples y algunos de apnea se pueden corregir tomando unas medidas sencillas y evitando los principales factores de riesgo:
Evitar la vida sedentaria, con ejercicios diarios para mejorar el tono muscular.
Evitar el sobrepeso.
Evitar fármacos miorrelajantes, hipnóticos, sedantes y antihistamínicos antes de dormir.
No consumir alcohol ni tabaco ni ingerir comidas fuertes en las tres horas antes de acostarse.
Evitar el cansancio excesivo y mantener unos patrones de sueño regulares.
Dormir preferentemente de costado.
Levantar la cabecera de la cama, si es posible.
Los grandes roncadores necesitan más ayuda que la descrita. Algunos de los tratamientos habituales consisten en la corrección quirúrgica (con bisturí, láser o radiofrecuencia) de la causa morfológica que lo provoca (adenoides en los niños, grandes amígdalas, grandes úvulas, desviación de tabique, pólipos nasales) y el uso de unos dispositivos conocidos como CPAP (Continuous Positive Airway Pressure), que básicamente consisten en una mascarilla nasal unida a un compresor de aire que emite un chorro de aire a través de la nariz impidiendo que la garganta se cierre. Son incómodos pero eficaces, no curan la enfermedad, pero corrigen sus efectos.
Por último, se debe desconfiar de ciertos productos «milagrosos» para dejar de roncar, pues en la mayoría de los casos no resuelven nada.
Pero también puede ser un problema médico grave e importante. Debemos desmitificar el concepto de ronquido como sinónimo del buen dormir, ya que puede ser el primer síntoma de una enfermedad que se conoce como apnea del sueño.
Los ronquidos pueden alcanzar un nivel de 80 a 90 decibelios, lo que equivale al ruido que provoca un camión cuando circula a gran velocidad por una autopista
El ronquido se produce cuando hay una dificultad en la circulación del aire por detrás de la boca y la nariz. En esta encrucijada se encuentran la úvula o campanilla, el velo del paladar, la lengua y la parte alta de la garganta, órganos que se golpean entre sí al pasar el aire y vibran, produciendo ese ruido desagradable que conocemos como ronquido.
Existen factores que predisponen al ronquido, por ejemplo, el tono muscular bajo en la lengua y la garganta debido a la fatiga, al tabaquismo o al consumo de alcohol, tranquilizantes, somníferos, antihistamínicos con efecto sedante… También la existencia de tejido abundante en la garganta y el aumento del tamaño del cuello, que puede ser causado por grandes amígdalas, adenoides, grandes úvulas y paladar blando, u obesidad. Otros factores son los trastornos endocrinos como el hipotiroidismo, la menopausia en la mujer, padecer obstrucción nasal por desviación de tabique, rinitis por alergias, pólipos o infecciones, y dormir boca arriba, pues la lengua cae hacia atrás y obstruye el paso del aire.
El ronquido simple se soluciona con medidas sencillas, pero el tratamiento de los «grandes roncadores» puede incluir la corrección quirúrgica o el uso de dispositivos especiales
Los roncadores ocasionales no deben preocuparse en exceso, pero los que lo hacen permanentemente y sufren al mismo tiempo interrupciones respiratorias (más de 10 apneas en una hora) han de acudir al médico para realizar un correcto diagnóstico. La apnea consiste en la aparición durante el sueño de episodios intermitentes y recurrentes de oclusión de las vías aéreas superiores; se calcula que la sufren entre un 4-6 por ciento de los hombres y un 2 por ciento de las mujeres. Todas las personas presentan durante el sueño episodios de apnea de muy corta duración (2-3 segundos), pero cuando se producen ronquidos violentos, ruidosos y la apnea dura más de 10 segundos es cuando debemos pensar en esta patología. Estas apneas pueden aparecer más de 600 veces en una noche, lo que ocasiona cortos despertares que impiden un descanso nocturno reparador. Así, aumenta el peligro de accidentes de tráfico, laborales y domésticos hasta 4 y 6 veces más.
En España hay unos 6 millones de personas con este problema y menos del 10 por ciento de ellas saben que lo padecen; el ronquido es el principal signo de alarma y el sobrepeso, el mayor factor de riesgo.
Son síntomas habituales de las personas que padecen el síndrome de apnea del sueño:
Inquietud al dormir.
Ronquidos fuertes.
Ronquidos interrumpidos por silencios.
Esfuerzos para respirar que interrumpen el sueño.
Somnolencia durante el día.
Cefalea moderada.
Cansancio.
Falta de concentración.
Irritabilidad y cambios de humor.
Ansiedad.
Depresión.
Olvidos frecuentes.
Bajo rendimiento laboral y/o escolar.
Muchos casos de apnea o ronquidos simples tienen solución. Se debe acudir al médico, quien realizará una exploración de boca, garganta, paladar y nariz y decidirá sobre la necesidad de realizar un estudio del sueño en unidades especiales en las que hay que permanecer durante una noche.
Casi todos los casos de ronquidos simples y algunos de apnea se pueden corregir tomando unas medidas sencillas y evitando los principales factores de riesgo:
Evitar la vida sedentaria, con ejercicios diarios para mejorar el tono muscular.
Evitar el sobrepeso.
Evitar fármacos miorrelajantes, hipnóticos, sedantes y antihistamínicos antes de dormir.
No consumir alcohol ni tabaco ni ingerir comidas fuertes en las tres horas antes de acostarse.
Evitar el cansancio excesivo y mantener unos patrones de sueño regulares.
Dormir preferentemente de costado.
Levantar la cabecera de la cama, si es posible.
Los grandes roncadores necesitan más ayuda que la descrita. Algunos de los tratamientos habituales consisten en la corrección quirúrgica (con bisturí, láser o radiofrecuencia) de la causa morfológica que lo provoca (adenoides en los niños, grandes amígdalas, grandes úvulas, desviación de tabique, pólipos nasales) y el uso de unos dispositivos conocidos como CPAP (Continuous Positive Airway Pressure), que básicamente consisten en una mascarilla nasal unida a un compresor de aire que emite un chorro de aire a través de la nariz impidiendo que la garganta se cierre. Son incómodos pero eficaces, no curan la enfermedad, pero corrigen sus efectos.
Por último, se debe desconfiar de ciertos productos «milagrosos» para dejar de roncar, pues en la mayoría de los casos no resuelven nada.
Orlando Quevedo
1 comentarios :
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