Qué es
El cáncer de riñón, adenocarcinoma renal, tumor de células renales, o hipernefroma renal, es el tumor sólido renal más frecuente del adulto. Representa el 2,3% de todos los tumores malignos y es más frecuente en varones que en mujeres (3:1), sobre todo entre los 50 y los 70 años, siendo la edad promedio 65 años.
Otros tipos de tumores malignos renales son el carcinoma tubular, el fibrosarcoma y el rabdomiosarcoma.
Cómo se produce
El desarrollo del cáncer de riñón, se ha relacionado con dietas ricas en grasas y colesterol, así como con agentes carcinógenos ambientales (exposición a cadmio, asbesto y productos petroquímicos) y tabaco, sin que se disponga de pruebas evidentes de la existencia de un factor causante claramente demostrado.
También existe una mayor frecuencia del cáncer de riñón en pacientes con insuficiencia renal en relación con el tiempo que lleven en diálisis , y el desarrollo de la enfermedad renal quística adquirida. Igualmente puede presentarse en riñones malformados como el riñón en herradura.
Por otra parte, este tumor además tiene predisposición hereditaria, y algunos ejemplos de cáncer renal hereditario son:
- Asociado a la enfermedad de Von Hippel-Lindau: mutación del gen VHL (3p).
- Asociado a translocación t(3;8), t(3;6) o t(2;3).
- Cáncer renal papilar hereditario: mutación del gen met (7q).
En general, el adenocarcinoma renal tiene su origen en las células epiteliales del tubo contorneado proximal renal y, por tanto, se inicia en la cortical, con un crecimiento expansivo. En un principio, cuando es pequeño presenta una seudocápsula fibrosa, pero al crecer invade la cápsula renal, la grasa perirrenal, y metastática en los ganglios linfáticos locorregionales, pudiendo incluso formar trombos neoplásicos en la vena renal o en la cava.
Por último, puede producir metástasis a distancia, siendo a veces ésta la primera manifestación de la enfermedad. La localización más frecuente es el pulmón, aunque también con menor preferencia, pueden encontrarse metástasis del cáncer renal en hígado, esqueleto y cerebro, entre otros.
Sintomatología
Los signos y síntomas clásicos de presentación del cáncer de riñón son la hematuria, el dolor lumbar y la existencia de una masa palpable renal. Pero esto solo ocurre en el 10-15% de los pacientes, y generalmente indica ya enfermedad avanzada.
La hematuria es el síntoma más frecuente, siendo espontánea y generalmente indolora, si bien en caso de ser muy abundante puede provocar crisis de cólico renal por la presencia de coágulos intraureterales. Otros síntomas pueden ser disminución de apetito y peso, cansancio generalizado, etc.
A veces, como presentación inicial encontramos síntomas derivados de la existencia ya de enfermedad metastásica, como son la disuria, la tos, el dolor óseo, pudiendo ser el síntoma inicial en hasta el 30% de los enfermos.
Por otra parte, este cáncer puede incrementar la secreción de algunas hormonas producidas por el riñón, y causar los llamados síndromes paraneoplásicos. Algunos de ellos son:
- Hipercalcemia por hiperparatiroidismo ectópico (aumento de PTH).
- Policitemia (aumento de glóbulos rojos) por aumento de la secreción de eritropoyetina.
- Hipertensión arterial por liberación de renina o compresión de la arteria renal.
- Síndrome de Cushing por secreción ectópica de ACTH.
- Galactorrea por liberación ectópica de prolactina.
- Ginecomastia por secreción ectópica de gonadotropina.
Pero el síndrome paraneoplásico más frecuente es la afección hepática (síndrome de Stanffer), con ictericia, hepatoesplenomegalia (aumento de bazo e hígado), fosfatasa alcalina elevada, hipoprotrombinemia y elevación de alfa2globulina y haptoglobina, cuadro que se presenta en el 15% de los pacientes.
No obstante, en la actualidad, alrededor del 40% del cáncer de riñón se diagnostican incidentalmente al efectuar una ecografía abdominal. Estos casos presentan en general una mejor supervivencia (85% a los 5 años) por tratarse de tumores de pequeño volumen y, por tanto, de bajo estadio.
Diagnóstico
Lo primero es realizar una adecuada anamnesis clínica, que incluya todos los aparatos del organismo, pero primordialmente se preguntará sobre síntomas relacionados con el aparato genitourinario (presencia de sangre en la orina, dolor lumbar, escozor al orinar, etc.). También es muy importante constatar la existencia de síntomas generales como adelgazamiento, falta de apetito, y cansancio extremo generalizado, etc.
Posteriormente se hará una exploración completa que puede detectar entre otros signos, la presencia de una masa abdominal, o la existencia de un varicocele que no disminuye con al tumbarse.
Seguidamente se extrae al paciente una analítica de sangre, que puede mostrar anemia, y se recogerá un sedimento y citología de orina, donde es posible detectar exceso de hematíes ( hematuria) y a veces células cancerosas.
Entre las pruebas de imagen recomendables, normalmente se comienza con la realización de una ecografía abdominal, que es un método sencillo, rápido y no costoso. Esta permite fácilmente diferenciar las masas quísticas ( quistes simples, que no necesitan mayor intervención), de la presencia de los denominados "quistes complicados".
Ante la existencia de esto último, suele requerirse la realización de un TAC abdominal con contraste, que es el mejor método aislado para evaluar una masa renal, aportando información precisa sobre la afectación regional y la posible existencia de metástasis .
En casos excepcionales, puede ser necesario practicar una punción-aspiración con aguja fina de la imagen radiológica, permitiendo esto analizar las células extraídas, y determinar si son benignas o malignas.
La arteriografía, muy utilizada anteriormente para el diagnóstico de los tumores renales, es hoy en día excepcional. Se recurre a ella básicamente cuando se plantea una cirugía conservadora.
También la cavografía, utilizada para precisar la existencia y la extensión de la trombosis neoplásica, ha sido prácticamente sustituida por la resonancia magnética.
La ecografía doppler renal es útil para el diagnóstico diferencial entre un patrón tumoral hipovascularizado (con escasa existencia de vasos sanguíneos), o hipervascularizado (presencia de muchos vasos sanguíneos), permitiendo también evaluar la extensión del compromiso vascular (afectación de vena renal o no).
Por otra parte, el estudio de extensión tumoral se inicia ya con la realización de la ecografía y TAC abdominal, que permite definir el volumen y localización del tumor primitivo, y también evaluar la existencia de posibles metástasis abdominales o la presencia de afectación de ganglios.
La radiografía de tórax, la TAC torácica o la gammagrafía ósea son estudios complementarios también necesarios en ocasiones, que permiten ver la presencia de posibles masas pulmonares o la existencia de lesiones óseas metastásicas.
Finalmente, según la localización y la invasión local o general, se establecen diferentes estadios del cáncer de riñón, con valor pronóstico y terapéutico distinto. Una de las clasificaciones más frecuentemente utilizada es la de Robson (1969), que establece:
- Estadio I: tumor confinado al riñón.
- Estadio II: extensión a grasa perirrenal.
- Estadio III: extensión a vena renal o cava (IIIa), y a ganglios linfáticos regionales (IIIb), o ambas (IIIc).
- Estadio IV: metástasis a distancia o invasión de los órganos adyacentes.
Tratamiento
Una correcta etapificación permite tomar una conducta terapéutica determinada y establecer un pronóstico.
En la actualidad, el único tratamiento curativo del carcinoma renal es la cirugía, pudiéndose extraer solo el tumor ( nefrectomía parcial), o todo el riñón afecto ( nefrectomía radical), según cada caso clínico. La extirpación de los ganglios linfáticos locorregionales o de la glándula suprarrenal de ese lado, también deberá plantearse de forma individualizada.
El descubrimiento incidental del carcinoma renal al realizar ecografías abdominales permite descubrir generalmente tumores de pequeño tamaño y frente a los cuales cabe aplicar los criterios de cirugía conservadora (nefrectomía parcial).
La nefrectomía radical como tratamiento paliativo esta indicada en cuadros de dolor intratable, hematuria persistente y en los casos de síndrome paraneoplásico, o como medida previa a la inmunoterapia.
La radioterapia es totalmente inefectiva, empleándose en algunos casos solo como tratamiento paliativo, para mitigar algunos de los síntomas referidos anteriormente.
La quimioterapia sistémica es también muy poco efectiva, puesto que el cáncer renal es un tumor resistente a los fármacos citotóxicos.
Otras alternativas terapéuticas en el cáncer de riñón metastásico es la inmunoterapia, aunque los resultados tampoco son muy alentadores, y la embolización percutánea de la arteria renal, que también puede ser usada como tratamiento paliativo en algunos casos de enfermedad metastásica.
Medidas preventivas
Se recomienda dejar el consumo de cigarrillos, y evitar la exposición a los carcinógenos ambientales (cadmio, asbesto), así como seguir las recomendaciones dadas por su médico acerca de las distintas enfermedades del riñón, con el fin de evitar la necesidad de diálisis en un futuro.
Igualmente es recomendable practicar una dieta equilibrada, baja en grasas, y evitar la obesidad.