Al hablar de la medicina en Roma, nuestro punto de interés se va a fijar, irremediablemente en el ejército, ya que el Imperio entendía como vital que las tropas estuvieran tan sanas y saludables como fuera posible. De ahí que los enormes esfuerzos llevados a cabo por Roma para asegurar la salubridad de sus ejércitos hiciera que los medicus (oficial médico de las unidades de combate romanas) fueran reconocidos como unos personajes de un status superior dentro de la escala social militar. Podemos afirmar, de hecho, que el progreso de la Medicina en Roma no empieza hasta que no se asienta la nueva organización militar. Antes de esto, como hemos visto en épocas anteriores, los romanos creían profundamente en las supersticiones, conjuros y rituales para librar al Imperio de enfermedades y pestes. Tal fue la importancia que se le dio al profesional sanitario en Roma, que concedió a los médicos títulos de dignidad, tierras y pagas especiales a su jubilación. Una de las innovaciones más importantes fue la creación de la Enseñanza Reglamentada de la medicina que hizo que en el siglo II tanto los médicos militares como los civiles debían pasar por la Escuela de Medicina. Las actividades quirúrgicas eran atendidas por verdaderos especialistas, el material incluiría ya los fórceps, escalpelos, catéteres y extractores de flechas amén de un amplio espectro de analgésicos y sedantes para aplacar los dolores de la cirugía. También hervían el instrumental antes de usarlo y, gracias al conocimiento de venas y arterias los cirujanos sabían cómo usar los torniquetes, clampajes arteriales y las ligaduras para las pérdidas de sangre. De hecho los primeros hospitales que se construyen son militares, los valetudinaria donde se atendían a los militares del ejército. Estaban construidos en las zonas fronterizas y había salas separadas para enfermos y heridos. Hay que tener en cuenta que éstos edificios eran exclusivos para las tropas ya que los demás habitantes eran atendidos en sus casas o, en el peor de los casos, como los enfermos desahuciados, deformes y recién nacidos no deseados, eran, simplemente dejados. Uno de los médicos más importante era Galeno, cirujano de gladiadores y conocido como padre de la medicina deportiva, partidario del masaje como preparación a la actividad física, así mismo estudió y describió minuciosamente el esqueleto y los músculos que lo mueven. Todo esto lo descubrió además de por observar las heridas de los gladiadores, por las disecciones a cerdos y a monos que pudo practicar en Alejandría. El aloe vera era uno de los tratamientos más utilizados por los romanos para la curación, sobre todo, de quemaduras y problemas con la piel. Curiosos, cuando menos, son los métodos anticonceptivos utilizados; el médico Sorano de Éfeso en su libro de Ginecología recomienda el uso de una mezcla que se compone de aceite rancio de oliva, miel y bálsamo de cedro que debía introducirse en el útero; también había un método muy eficaz que consistía en introducir una bola de lana en la vagina que era empujada hasta la entrada del cuello del útero empapada en vino u otras sustancias de textura grumosa. También, como es lógico, había métodos que empleaba el hombre, como son las conocidas tripas de cerdo o carnero y una especie de pomada que se unta sobre el pene que poseía la capacidad de matar el esperma. Así tenemos una medicina en Roma enfocada prácticamente hacia el ejército donde se descubren enfermedades y remedios ampliamente recogidos en tratados que van a ser la base de la medicina hasta prácticamente el siglo XIX. El imperio concede a sus súbditos una serie de elementos de higiene y salubridad en las ciudades que evitan pestes y enfermedades relacionadas con la baja calidad de vida de los anteriores pobladores. En siguientes artículos veremos la oscuridad y el ostracismo a la que se ve abocada la ciencia durante la Edad Media. Orlando Quevedo
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